La primera infancia ocurre entre los 0 y 5 años de edad y es en esta etapa cuando se desarrolla el 85% del cerebro, se realiza la mayor cantidad de conexiones neuronales y se forja el futuro emocional y cognitivo de las personas. Por ello, si no hay un entorno saludable durante esta etapa, es muy probable que durante la vida adulta se tenga que hacer frente a serios problemas emocionales y de salud mental. En el Perú existen 3 millones de niños, entre 0 y 5 años, muchos de ellos a consecuencia de la pandemia han dejado de recibir asistencia médica, controles de crecimiento y desarrollo, y se ha suspendido su asistencia a clases presenciales.
IPAE Asociación Empresarial desarrolló una edición de #CADEx con el tema “La Urgencia de Atender a la Primera Infancia”, donde participaron Erika Dunkelberg, Especialista en Desarrollo Infantil Temprano de la Asociación Educación y Desarrollo; Florencia López Boo, Economista líder de la División de Protección Social y Salud del BID; Fernando Bolaños, Oficial de Educación de UNICEF Perú; y como conductora, Marisol Bellatin, Cofundadora de los Nidos La Casa Amarilla y del Colegio Áleph.
Erika Dunkelberg destacó la importancia de esta etapa en la vida de cada persona, ya que es en este periodo donde se construyen las bases de su desarrollo, la arquitectura del cerebro, los cimientos de su salud física y emocional, las habilidades para desempeñarse en el mundo que nos acompañarán a lo largo de la vida. Es la base para el desarrollo de una sociedad próspera, responsable y productiva.
La Especialista destacó que la calidad de las interacciones entre el niño y su cuidador es otro aspecto relevante para asegurar su correcto desarrollo. “Todo niño pequeño, además de una buena nutrición y salud, necesita de interacciones de servir y devolver con su cuidador” especificó.
Por su parte, Florencia López Boo, señaló que las consecuencias del COVID-19 para los niños pueden ser irreversibles: (i) incumplimiento con calendarios de vacunación, (ii) dietas menos saludables, (iii) reducción en niveles de actividad física y exposición a estímulos y oportunidades de aprendizaje; y, (iv) falta de socialización y contacto con compañeros, educadores y maestros. Precisó además que, por primera vez en 60 años, podría aumentar la mortalidad infantil.
“Una forma de superar los efectos que traerá la pandemia, es diseñar contenidos pedagógicos y mensajes sobre mejores prácticas de crianza que acompañen y empoderen al cuidador, así como estrategias de acompañamiento, utilización de campañas de comunicación y plataformas para los promotores comunitarios”, preciso la Especialista.
Fernando Bolaños comentó que, durante los últimos años, en el Perú se han logrado importantes mejoras; tales como la reducción de 37% a 12% de la desnutrición crónica en niños menores de 5 años entre el 2000 y 2018 (ENDES), y el aumento de 50 mil a 120 mil en la cantidad de menores atendidos por el Sistema de Acompañamiento Familiar, entre el 2014 y 2020 (MIDIS). No obstante, la cobertura y la equidad siguen siendo un reto para el país. “La probabilidad que los niños y niñas reciban menos servicios en zonas rurales y amazónicas del país es real. A pesar de los esfuerzos del Estado y la sociedad, la ampliación de cobertura no es igual en todo el país, y la calidad es un desafío clave que el Gobierno tiene para atender a los niños. Somos un país que invierte poco en la primera infancia”, precisó.
Al respecto, Bolaños recomendó insistir en que debemos tener intervenciones universales e integrales; reforzar las capacidades de familias y cuidadores, especialmente dando apoyo socioemocional; y desde la educación inicial, brindar soporte a la familia, la interacción es vital en esta etapa. “Las niñas y los niños puedes ser las víctimas ocultas de esta pandemia, esto puede causar daños permanentes, tenemos que trabajar juntos y apostar por la primera infancia debido a que el impacto de esto en el futuro será muy importante”, especificó.
Estrés tóxico
Erika Dunkelberg explicó que esta pandemia puede conllevar a que los niños estén expuestos a situaciones de estrés producto de los problemas familiares que sus padres o cuidadores pueden tener. Por ello, recomendó que, para no afectarlos, “lo primero que deben hacer los padres y cuidadores es mirarse a ellos mismos y reconocer cómo se están sintiendo. Si estamos estresados y abrumados, probablemente nuestros hijos también lo estén. Y eso se puede evidenciar en sus conductas (berrinches, problemas al dormir, retroceso en aprendizajes) o a nivel físico (dolores de cabeza, del cuerpo o del estómago)”. Señaló, además, que los niños no tienen los recursos para poder desfogar el estrés como lo hacen los adultos (ejercicios, salir a caminar, o viendo tele), así que es mediante el juego y el movimiento, que los niños pueden liberar tensiones”, reveló.
Finalmente, Marisol Bellatin, quien condujo la sesión, remarcó la importancia de que todos estemos comprometidos en minimizar los riesgos del impacto del COVID-19 en los niños. Es importante tener presente la investigación de James Heckman (Nobel de Economía, 2000), quien afirma que los mayores rendimientos económicos provienen de la inversión en los primeros años del niño. La evidencia muestra que es la primera infancia la base del desarrollo posterior. Asimismo, especificó que “a nivel global tenemos una medición que el 60% de niños recibe interacciones de calidad; es necesario mejorar esas interacciones en el 40% restante”.
La especialista también señaló que se debe ser activistas de la primera infancia para crear consciencia de su desarrollo. Actualmente, los niños no son el principal debate, “si no actuamos de inmediato, el COVID-19 causará daños permanentes en los niños y niñas que serán adultos en 20 años”, concluyó.