Semana Económica.- 08.09.2017. Cristóbal Cobo, conferencista del CADE Educación, comenta la necesidad de una coordinación entre empresas y universidades para formar egresados con un perfil acorde a las demandas del mercado.
La primera jornada del CADE por la Educación tuvo como expositor a Cristóbal Cobo, profesor e investigador del Instituto de Internet de Oxford y del Centro de Habilidades, Conocimientos y Desempeño Organizacional de la Universidad de Oxford. Es director del Centro de Estudios de la Fundación Ceibal, en Uruguay; también es autor de los libros El Aprendizaje Invisible y la Innovación Pendiente. En esta entrevista habla sobre el impacto de las nuevas tecnologías en las organizaciones y la brecha de formación entre empresas y universidades.
En el 2012, desarrolló una investigación en Europa sobre cómo las mypes promueven el aprendizaje informal dentro de sus organizaciones. ¿Qué encontró?
Las universidades no respondían a las demandas de actualización del conocimiento de las empresas por temas de tiempo, contenidos, formatos y costos. No daban la respuesta de actualización de habilidades. Entonces las propias empresas, entre ellas, generaban estructuras en red para capacitaciones. La universidad tiene un know-how que es muy importante, pero las empresas hablan entre ellas un diálogo parecido y a veces tienen la oportunidad de hacerse transferencias de conocimientos a nivel mucho más micro.
¿Ha podido conocer experiencias similares en América Latina?
No, pero lo que ha variado desde entonces hasta ahora es que hay una explosión de MOOC, estos cursos en línea masivos y gratuitos, que ofrecen una posibilidad. Pero la investigación nos muestra que estas ofertas de contenidos, por muy gratis y de alta calidad que sean, [requiere de] un alto capital cultural [de parte del aprendiz] para poder estudiar nueve semanas solo.
¿Qué habilidades promovían en sus empleados?
Competencias para el emprendimiento. Esta no es una habilidad, sino una metacompetencia: capacidad de manejarse en situaciones de incertidumbre, aversión al riesgo, planeamiento, trabajo en equipo y liderazgo. Lo que buscaban en ese contexto era reformatear a los egresados de las universidades e invertir en ellos una cantidad de tiempo pensando en la lógica de la empresa y no del plan de estudios.
¿Qué puede hacerse para cerrar la brecha entre lo que demanda la empresa y lo que ofrece la universidad?
Un factor que desacelera la discusión es que es demasiado ideologizada, lamentablemente. Los de A no hablan con los de B y viceversa. Se entorpece la articulación, coordinación y combinación de capacidades. En Alemania, por ejemplo, hablé con universidades de educación a distancia y les preguntaba cómo se articulaban con la industria, como Volkswagen, por ejemplo. Se pensaba que iba a surgir la universidad de la industria, la universidad de Volkswagen o de Starbucks. Lo que me explicaban es que si bien esa fue una idea en un primer momento, al final las universidades se dieron cuenta de que lo que hace bien Volkswagen es fabricar autos y las universidades, formar. Entonces hicieron un partnership en el que la empresa explicaba que tecnología y metodología necesitaban, y las universidades absorbían esa capacidad y actualizaban. Eso cuesta mucho en América Latina, cuesta que ambos sectores estén sentados en la misma mesa.
¿A qué se refiere con ideologizada?
Hablaba del universo paralelo que tiene que ver con lenguajes distintos. A veces el lenguaje entorpece que gente que tiene formaciones distintas o se mueven en campos distintos se pueda sentar a dialogar. En otras partes de la región, los empresarios ven con desconfianza a los educadores y los educadores ven con desconfianza a los empresarios. Y esa es la fórmula perfecta para el fracaso. Este es un buen ejemplo [el CADE por la Educación] de una buena práctica donde hay interés de resolver y entender un problema que es de todos con distintas capacidades.
¿No hay ningún caso a destacar en la región?
Me parece que las agencias de innovación son una zona intermedia. Pueden hacer investigación, estimulan startups y tienen mucho más claro que las competencias deben actualizarse de una manera más rápida.
¿Qué habilidades valoradas por las empresas podrían formarse desde la escuela?
Hay que premiar la capacidad de equivocarse, facilitar más exploración, construcción de prototipos, pilotos e ideas, que puedan fallar rápido a bajo costo pero que lo entiendan como parte inevitable del proceso de mejora. Más que las habilidades, es cómo generar las condiciones para que el emprendimiento ‘entre’ en una edad muy temprana. Hay niños de trece años que ya están hablando de emprendimiento.
¿Y cómo generamos esas condiciones en el ámbito laboral?
Quizás una cosa que vimos en otras investigaciones es poner a los trabajadores de la empresa fuera de la zona de comfort, puede ser llevarte a otro lugar radicalmente distinto para ver las cosas con ojos distintos o, dentro de la empresa, trabajar con aquellos con los que no trabajas de manera regular. Eso te lleva a hablar de cosas distintas, a descubrir competencias que no sabes que la organización tiene, a hablar con gente que no está en tu mapa de diálogo. Esa flexibilidad, que a veces es incómoda, te abre la cabeza.
¿Qué organizaciones han tenido más éxito que la escuela en introducir las nuevas tecnologías?
Son esas empresas que han tenido la capacidad de aprender de manera rápida. Facebook es una empresa muy grande, muy criticada y con mucha visibilidad, pero tienen algo interesante: cuando entran en situaciones de crisis tienen la capacidad de reinventarse en poco tiempo. Y eso no le pasa a todas las organizaciones. Algunas tienen una estructura que hacen que se muevan lentamente. Es la cultura del cambio, una de las claves a tomar en consideración.