Para los miles de millones de consumidores de café en el mundo, tomar una taza en la mañana para iniciar el día es fundamental. Pero, probablemente, la mayoría de ellos desconoce el proceso detrás de la cadena de producción y, por lo tanto, el principal problema que afecta a los caficultores: el bajo precio que reciben por la venta del grano.
En respuesta a esta situación nació Café Compadre, una marca de café sostenible que apuesta por involucrar en el proceso a las familias agricultoras, aumentar sus ingresos y otorgar valor al producto final. «El agricultor realiza casi el 70% del trabajo dentro de la cadena y, sin embargo, reciben entre 10% y 12% del precio final de una bolsa de café. Obviamente, este 10% no le alcanza para el estilo de vida que se merece y menos para hacer inversiones en las mejoras de sus chacras”, explica José Uechi, uno de los cuatro miembros fundadores de Café Compadre.
Para conocer de cerca cómo se produce el café, Uechi, junto con el equipo Compadre, viajó en 2012 a la comunidad asháninka Sauriaki, en Río Negro, Satipo – Junín, una de las 16 regiones productoras de café.
“Si bien, el Estado busca mitigar este problema económico, mediante capacitaciones para la obtención de certificaciones que les permiten a los agricultores acceder a un mayor precio de compra, sus iniciativas siguen siendo insuficientes”, dice Uechi.
Por ello, una vez que identificó este problema, junto con sus socios brindaron una solución: revalorar el trabajo del pequeño caficultor a través del uso de energía accesible y no contaminante, pilar número 7 de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
CAFÉ HECHO CON ENERGÍA SOLAR
Café Compadre se fundó en 2012, luego de que Juan Pablo Pérez, uno de sus fundadores, desarrollara un tostador de granos de café que funciona sin gas ni electricidad, solo con paneles solares: cientos de espejos que focalizan el sol en un solo punto obteniendo una temperatura de más de 200 grados.
Previamente, el café es pilado -es decir, su cascarilla es desprendida-, luego seleccionado manualmente por las familias caficultoras de la comunidad, y, a inicios de temporada, en conjunto con un catador especializado, se determina si este se ajusta a la calidad que buscan.
¿El resultado? Café tostado con energía solar y cultivado con prácticas orgánicas. El café se vende como un producto premium, lo que permite contratar a agricultores de la comunidad y pagarles un 40% más que el precio de mercado, atendiendo el pilar número 8 de los ODS: Trabajo decente y crecimiento económico.
La planta de procesamiento solar se ubica en la misma comunidad donde trabajan las familias caficultoras. Desde allí, envían café tostado y café verde a las oficinas de Café Compadre en Lima, ubicadas en San Miguel, donde se termina de tostar, se empaca, y luego se distribuye a empresas, oficinas, restaurantes, cafeterías y diversos puntos de venta.
LA REVOLUCIÓN DEL CONSUMO RESPONSABLE
Café Compadre se conforma actualmente por siete miembros, produce entre 150 y 200 kilos de café cada semana (aproximadamente, 800 kilos al mes), y trabaja regularmente con seis familias de la zona, las cuales mediante las capacitaciones que les brindan en la compañía conocen más sobre la importancia del cuidado de cada proceso para obtener un café de calidad.
“Antes, en época de cosecha, vendían todo su producto y recibían un pago que les tenía que durar a lo largo del año. Ahora, con un ingreso recurrente, tienen mucha mayor holgura para el día a día”, explica Uechi, orgulloso de contribuir al empoderamiento de estas familias y a la sostenibilidad del medio ambiente.